jueves, 21 de junio de 2012

Trampas para ratas


Camino siempre en una dirección, tanto para ir como para venir. Camino siempre pensando que se a donde voy, o sabiendo a donde tengo que ir. Pero a pesar de la repetición cotidiana, no hay dos caminos iguales.
Hay días en que me deslizo, en que patino y el aire se corta con mis brazos. Es como si fuera parte del video clip de “Immigrant Song” de Led Zeppelin y me llevara todo por delante (sepan entender, soy como Benjamín Button. Primero fui viejo y ahora estoy entrando en la adolescencia).
Pero cuando todo se pone gris y baja la niebla, siento que estoy rodeado por un sendero de trampas para ratas. Cada paso puede ser letal. Y al mismo tiempo, cada paso es inevitable. El sufrimiento está ahí, cerca, acechando y yo sin saber cómo evitarlo. Trato de buscar saltos, movimientos, contorsiones, rituales que te permitan llegar bien a destino. Pero dudo que pie mover, cada estrategia viene rodeada de posiciones más peligrosas.
No sé si es porque crecí, porque pude levantar algunas sábanas que escondían muebles o por algo tan simple como el aburrimiento… Desde hace poquito tiempo decidí cerrar los ojos y guiarme por el instinto. Avanzar por el campo minado como si se tratara de un viñedo especializado en vino patero, pisando tan fuerte como pueda y divirtiéndome cuando lo hago.
En cada vuelta que doy a la esquina, busco ir en contra de las trampas para ratas y sus cantos de sirena. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario