jueves, 5 de julio de 2012

El No Don


END es el final de una encrucijada que me llevó varios años develar. Podría decir que pasaron 35 primaveras antes que me diera cuenta, pero calculo que esta no era una problemática de mis primeros tiempos de vida. Si, por otro lado, puede ser una interrogante que proviene de la adolescencia y llega, a veces corriendo y otras al trote, hasta nuestros días.
Hoy llego el día de decir la verdad: ¡A mí me hubiera gustado tener un don! Más que gustado, me hubiera fascinado. Piensen en todas esas personas que son especiales para algo, que les sale natural hacer X cosa. Gente que asombra a propios y extraños con su capacidad especial, que se siente como pez en el agua, como angelito en el cielo o como lechuza en un bosque tenebroso. Más allá de lo que después hagan con el, tener un don te pone en el podio de los diferentes, de los que saben que nadie puede cuestionarles su genialidad (les guste o no lo que uno hace).
Durante mucho tiempo yo intenté encontrar el mío. Rápidamente descartados los deportes, con la tristeza del que se sabe regular, busqué por el lado de las artes…
Aquí abro un paréntesis para diferenciar entre vocación y don. La vocación la tenemos todos (siempre existe aquello que nos gusta hacer y que nos sentimos bien haciéndolo); en cambio el don es una herramienta que sólo se la entregan a los elegidos. Cierro paréntesis.
Mi carrera (o mi trote) se inicia en una literatura sembrada por el juego. Imitando a mi hermana, quien siempre disfrutó de la lectura y de escribir, empecé mis historias ligadas a personajes de la tele (recuerdo especialmente una de BJ y su mono). Con unos cuentos más, escritos en la revista del colegio, este placer quedó invernando largo tiempo.
Mucho más adelante, el cine plantó bandera en mi planeta. Trabajé en algunas películas, tuve una productora, aprendí a usar la cámara, a editar y a producir. Siendo sincero nunca me la jugué en ninguna de estas áreas, nunca sentí las ganas. Pero después de pasar por cada sector, una puerta se fue abriendo: la de guionista.
Escribí programas de televisión y, como en un decanto natural, esto me llevó a la elite de los multimedios… La publicidad.
Digamos que el don de la simpatía, del tipo canchero, entrador, vendedor y que le cae bien a todo el mundo, me queda tan lejos como Neptuno. Si esto lo traducimos nos da como resultado una experiencia de un par de años y no más. Esa fue mi relación con el mundo de las agencias.
Edité un libro, di talleres para chicos, vendí colecciones y sigo tratando de publicar más. Estudié con una gran maestra y me hice de un gran grupo de amigos escritores. Ahora también intento dibujar, tocar algún instrumento, cantar, bailar y jugar (los últimos tres en la gran propuesta de este año, llamada Clown).
Hice de todo un poco. En todos lados me divertí, padecí y también aprendí. Pero en ninguno logré dominarlo como algo intrínseco, natural.
El No Don (END) lo traduzco en constancia, mi mayor virtud, mi plusvalía.

Nota: hace poco me hice una ergometría. Tenía que correr en una cinta, que iba aumentando la inclinación y la velocidad, hasta no poder más. Bastante antes de terminar la secuencia ya estaba agotado, sin embargo, cada vez que la médica me preguntaba si quería seguir contestaba que si con la cabeza (no podía hablar). Ese soy yo, cabezón y tozudo. Si hay que seguir, no pienso parar…

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