Una persona siente que tiene muchas cosas en
su interior, pero no logra expandirse por miedo a que lo descubran y no pueda
cumplir con las expectativas. Está en una letanía constante, con todo un peso
del cual no puede (no quiere) despegarse o despegar. Sólo en situaciones
límites, donde si o si requiere de sus poderes (virtudes), es cuando logra ser
quien quiere ser. Después vuelve a alienarse.
Se ve encerrado. Sabe que en el fondo puede
zafar, que no tiene por qué ocultarse, tampoco necesidad de protegerse y menos
aún censurarse. Pero lo hace igual y eso es lo que más le complica la cabeza.
Su ser quiere desgarrar la camisa, descubrir
el símbolo que tiene en el pecho. Mostrarse poderoso, sabio, colaborador y con
la fuerza para afrontar lo que se plante enfrente. Aunque, finalmente, el
Superman que crece adentro no puede desplazar al Clark Kent de los
pensamientos. Las ideas, las formas grises y fantasmales, ganan la batalla en
casi todo momento.
El héroe espera agazapado la posibilidad de cortar
las telarañas. Cada paso, cada construcción de si mismo, es su boleto de
salida.
Tal vez, y sólo tal vez, haya que correr,
saltar o volar en sentido contrario. No desesperarse por llegar a donde uno
cree, sino buscar lo que uno es.
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