Todos tenemos nuestra filosofía, nuestros
pensamientos inquebrantables… ¡Ojo! no porque así lo sean en realidad, sino
porque nosotros le damos esa identidad irrefutable. También es cierto que dudar
de todo o siempre andar aclarando que “esa es mi opinión”, rompe bastante las
bolas. Así que tomen estas palabras como más les guste, se las regalo y con los
regalos es de mal gusto decir como deben usarlos.
Hay ciertas cosas que son así. No importan mucho los
comentarios de los demás, cuando es más fuerte lo que uno siente. Por ejemplo,
tu jugador de fútbol preferido. Un tipo con el cual te identificas y quisieras
que nunca salga de una cancha. Después podés disfrutar de otros futbolistas,
pero
tu ídolo va a ser siempre el mismo. Esto también te pasa con la bici que más
quisiste, el juguete que más usaste, esa película que te dejó una marca, aquel
escritor que adorás o miles de otras cosas.
Dentro de este tipo de elecciones, hay alguien
especial que hoy me trajo a escribir estas palabras. Mi perro. Mi mejor amigo.
Haciendo cuentas, rápidamente, cada persona podría
tener alrededor de cinco perros durante toda su vida. Y aunque así sea, sólo
uno de ellos va a calar hondo, va a ser diferente. Tendrá que ver con el
momento, con las características de cada uno, con el lugar donde viven, la
época. Vaya uno a saber…
Sin raza (tal vez cruza de ovejero y algo más,
aunque nunca lo sabremos), flaco, ágil, de tamaño mediano, carácter podrido,
salamero, enroscón, vago y con la energía de cien cachorros juntos; Motek me
acompañó en una etapa de mi vida bastante complicada. Veinte años,
prácticamente viviendo solo y con diez pesos por semana en el bolsillo. Los dos
compartíamos lo que teníamos, paseábamos bastante y nos tirábamos en la cama a
ver tele.
Recuerdo una vez en que me afanó las dos empanadas
que tenía para la cena. El día que ayudamos a una viejita, que estaba mal del
corazón, a llegar a su casa. Cómo me pegaba con la pata en la cabeza para que
lo dejara acostarse al lado mío. O cuando nos cruzamos con Dios (o alguien
parecido) en una panadería y nos explicó algunas cosas sobre su raza
indefinida.
Cada día nos unía en la forma de despertarnos,
jugar, saludarnos y volver a encontrarnos más para la tarde. Su aliento
horrible y mis ganas de joderlo cuando estaba aburrido. El mirarnos a los ojos
y entender que éramos un equipo, un mismo corazón tratando de crecer en medio
del egoísmo constante que nos ofrece la sociedad (no siempre, pero bastante
seguido).
Fuimos creciendo, cambiamos algunas costumbres y yo
terminé por dejarlo en la casa de mis viejos. Pero esos primeros años
compartidos nos marcaron a fuego, nos hicieron amigos por siempre, hermanos de
distintos género, pero hermanos al fin. Para mí se va alguien más que un ser
que ladra, que se persigue la cola o que muestra los dientes cuando está
enojado. Se va un tiempo donde estaba más perdido que GPS roto y que sin Motek
al lado hubiera sido mucho más complicado.
Estoy triste, si. Pero cada imagen que me vuelve a
la cabeza me hace reír, creo que eso es haber tenido una buena vida.
Muchas gracias por todo, amigo. Te voy a extrañar…
Asi fue Motek, 17 años compartiendo a su manera,cada momento de nuestra vida...mamá
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