martes, 7 de agosto de 2012

Te muerde los talones

Te despertás con sueño como cualquier otro día y caminás hasta el baño para la descarga matinal. La oscuridad apenas se quiebra por restos de luz que llegan de la cocina...

“Habrá quedado toda la noche encendida.”
“¿Cuánto llegará a fin de mes en la boleta?”
“Mirá si explotaba la lámpara en mitad de la noche, la chispa caía sobre el mantel sucio (dejado para lavar), se prendía fuego e incendiaba toda la casa.”
“¿Cómo pude poner en riesgo así a mi familia?”
La maquinaria se destraba y la rueda empieza a girar. Una sombra crece con las últimas gotas que caen en el inodoro, al tiempo que apuras por tirar la cadena y lavarte las manos. El cuerpo se entumece, el frío te hace transpirar. La sombra vuelve a pasar por detrás tuyo al ritmo de la música de Tiburón. Girás, pero no ves nada. Todavía te falta mojarte la cara y cepillarte los dientes. Ponés las manos debajo de la canilla abierta, las llenás de agua y cuando vas a dejar las barbas en remojo, la sombra vuelve a pasar por tu espalda. Estás petrificado sin saber para dónde moverte y lo peor es que se hace tarde para irte a trabajar.
El Pensamiento Mierda arranca temprano, junto con vos, y te muerde los talones a cada paso. El Pensamiento Mierda es el depredador, la víbora que se arrastra y quiere aferrarse, inyectarte el veneno y vivir por siempre al lado tuyo. El Pensamiento Mierda te acecha de cerca, en esos momentos que más vulnerable estás y te noquea en la primera trastabillada.
¿Cómo parar una avalancha que nace de uno mismo? Cada palabra que se proyecta detrás de tus ojos puede ser salvación o hundimiento, entonces dudas hasta cuándo seguir. Digo o no digo, pienso o no pienso, intento controlar o dejo que pase lo que pase… Difícil no querer tener las riendas apretadas y que el caballo mantenga el trotecito. Parecería que es mejor tener las orejeras puestas y no apartarse del camino. Pero no ver lo que hay de costado puede llevarte a la ceguera y el continuo devenir.
Existen libros de autoayuda, frases reveladoras o películas que se identifican con nosotros. También la terapia puede mostrarnos alternativas y ayudar a encontrarnos (parecido al juego en que nos ocultamos detrás de nuestras propias manos y preguntamos: ¿dónde estoy?). Cada uno de estos pasos sirve en cuanto sigamos la propuesta, investiguemos qué nos pasa y por qué nos pasa. Busquemos alternativas, soluciones, con el simple sistema de la prueba y el error.
No hace falta morir envenenado. Tampoco dejar los talones a merced de las víboras. Ni construir escenarios fatalistas dentro de nuestras cabezas. A veces sólo resta con hacer silencio, levantar la cabeza y mirar hacia el costado… Cuánto más luz tengas a tu alrededor, más fácil evitar patear un mueble con el dedo chiquito.

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