Hace unos días, en una distancia muy corta entre una
y otra, se estrenaron películas de Batman y el Hombre Araña. Para el murciélago
se trata del final de una trilogía, pero para el arácnido es el comienzo de una
nueva zaga.
Más allá de estos datos de color, me puse a pensar
qué cosas tienen en común estos dos superhéroes. Tanto el de DC como el de
Marvel son mis personajes preferidos, ambos tienen un encanto diferente al
resto. Bruce Wayne es el único sin súper poderes, con una psiquis tan complicada
como violenta. Por otro lado, Peter Parker es un adolescente que debe lidiar
con su escasa economía y su baja popularidad en el colegio.
Pero hay algo más que los diferencia, al mismo
tiempo que los une. Un hecho que supura en su ser, que construye aquello que
son, que los lleva al borde de esa locura llamada justicia a riesgo de la
propia vida.
Tanto Batman como el Hombre Araña han perdido a sus
progenitores de pequeños, quedan al cuidado de otros y crecen bajo la sombra de
lo que sus padres fueron (la figura paterna siempre es fuerte y con una moral
intachable). Para Peter la ausencia es doble cuando su tío es asesinado por un
delincuente que él deja escapar.
Esa falta, ese despojo que tienen desde chicos, los
hace ver las cosas de una forma más oscura. El multimillonario que debe vagar
intentando encontrar algo que le de sentido, o el joven que camina por los
pasillos de la preparatoria sin otra amistad que una cámara de fotos. Los dos
están solos, los dos viven sin estar aferrados a nadie y con la bronca de
sentirse abandonados… Lo forzado de este abandono, más allá de los poderes que
consigan, es el motor que los convierte en héroes.
La pregunta entonces es: ¿cuánto de ese vacío les
permite dedicar la vida entera por los demás?
Primero los mueve la venganza, las ganas de quedar
mano a mano con el universo. Si bien sacarse esa espina es lindo (todos gozamos
al tomarnos revancha, más allá de lo que digan “las buenas costumbres”),
terminan desorientados y esto se contrapone con el exceso de fuerza que les
queda vibrando. Entonces se debe seguir, se tiene que equilibrar la desventaja
de los indefensos, de los que vale la pena cuidar.
El corazón late fuerte, se engrandece en las
difíciles y propone entregar el cuerpo entero en contra de los delincuentes (en
cada una de sus ramas). Nuestros superhéroes necesitan mantener ese vacío.
Atarse a otro significa vivir con el miedo de perder, de volver a perder.
Tampoco quieren condicionar el amor, acostumbrarlo a no saber qué pasará con
ellos cada día o cada noche.
Batman y el hombre araña se enamoran y tratan de
hacer funcionar lo maravilloso que tienen. Pero en la profundidad de su ser
saben que, en algún momento, deberán soltar y dejar ir… La ausencia hace al
héroe.
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