martes, 29 de mayo de 2012

Cuatro Paredes


En clown no existe la cuarta pared, esa es una de las diferencias con el teatro tradicional. El clown comparte todo con el público, ellos son su motor, el sentido de la búsqueda. Los une la risa y la emoción, el juego y las ganas de divertirse. El clown nunca puede perder de vista a la gente, porque sería como perderse a si mismo.
Estas son algunas de las cosas que fui aprendiendo en los últimos meses. Una filosofía que se extiende por el cuerpo y traspasa el escenario.
Yo tengo cuatro paredes rígidas a mí alrededor, cuatro paredes que tienen un sistema mecánico por el cual suben o bajan. Esto me permite ver un poco más allá; los días en que la brisa es fresca y el sol te pega en la nuca. Pero también opaca la visión; los días en que la lluvia finita te moja la cabeza y el ruido de los autos te aturden hasta la nariz.
Sueño con un día en el que esas cuatro paredes no existan más, un día donde el horizonte sea tan circular y tan largo que no me alcancen los anteojos para llegar a verlo entero. A veces creo que la forma de lograrlo es a pura patada. Otras pienso que se caerán solas en cualquier otoño. Pero la mayoría de las veces, el corazón late fuerte y desesperado por qué no tiene idea de cuánto tiempo durarán ahí, inamovibles (más allá de subir o bajar).
A pesar de las palabras precisas, de los pensamientos constantes, del viento creciente que arrastra los días, lo más triste (y lo más hermoso) es que los colores están allí. Nadan, corren, saltan, se tiran del tobogán y comen manzanas acarameladas, con toques de pochoclo dulce.
No sé si en algún momento de la vida esas cuatro paredes desaparezcan. Tal vez bajen un poco más que de costumbre y esa sea la señal para intentar trabarlas (o saltarlas). Lo cierto es que no puedo dejar de buscar una respuesta… ahora que lo leo, eso no está tan mal.

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