martes, 11 de junio de 2013

El Bure homenajea a Tato #3


Era domingo, cerca de las diez de la noche y no sabía qué hacer. Podía quedarme en casa viendo el partido o a Lanata, pero las dos cosas eran un dolor de huevos. Así que me puse mi gorro de cosaco, me ajusté los tiradores, me acomodé la corbata y enfilé para uno de mis sitios preferidos: la Casa Rosada. En la puerta me atendió un granadero que tenía pegado en el sombrero un aviso publicitario: “Morenocard, la única tarjeta que no tiene interés. Salvo el interés de hacer lo que sea para no largar más la maquinita de hacer billetes”. ¿Cómo está Don Bure?, me preguntó. ¿Viene a tomar las medidas para cuando se mude? Y por lo bajo me dijo: seguro que cuando usted sea Presidente nos vamos a reír todos. Le agradecí, también susurrando, y le expliqué que quería ver a Randazzo. Ni bien terminé de pronunciar su nombre, como si fuera un ninja, apareció el ministro tras una nube de humo. Don Bure, ¿cómo anda tanto tiempo? ¿Cómo está Susú y los chicos? Mire que por acá pensamos quedarnos mucho tiempo, eh. No se preocupe, Florencio, todavía no pienso mudarme. Sólo quería hacerle una consulta. Note su cara de preocupación, así que la solté lo más rápido que pude: ¿cómo explica el gobierno el enriquecimiento de Lázaro Báez? Fácil Bure, respiró aliviado. Ganó 3 quinielas, 4 gordos de navidad y 12 rifas de la cooperadora. Sonreí de costado, incliné la cabeza y pregunté: ¿Y el del vicepresidente? ¡Ja! Él ganó exactamente lo mismo, me respondió bailando un break dance. OK, ¿y cuál es la explicación con Crist…? Todos, absolutamente todos, tenemos demasiada suerte en el azar. Fueron sus últimas palabras antes de esfumarse como un gran mago, sin dejar rastros. Saludé al granadero y fui caminando para el lado de casa. En eso me cruzo con mi amigo Emilio Festejolanavidadcomouncampeonato, que estaba vendiendo banderitas con la inscripción: “Lo más importante del fútbol no es ganar, es ver sufrir al otro”. Me quiso regalar una, pero se la devolví para que no gastara en papel higiénico. Avancé unas cuadras más y me encontré a María Eugenia Vidal, la vice jefa de gobierno. Estaba viendo cómo terminaban de refaccionar unas calles, antes de volver a romperlas y arreglarlas de nuevo. Es que tenemos tanto presupuesto que no sabemos qué hacer, me confió al oído. Y por qué no lo gastan en salud y educación. Porque la salud va y viene, y la educación sin plata no sirve. Mejor que sigan creciendo las escuelas privadas que además le dan trabajo a la gente. Como dudaba entre putearla y felicitarla por su convicción al boludeo, decidí que era hora de volver a casa. Me tomé un colectivo que repartía instrucciones sobre cómo sobrevivir a un apocalipsis zombie (más fácil que sobrevivir a un accidente de tránsito) y llegué con el sueño listo para irme a dormir. Así que queridos chamanitos, tengan cuidado, junten coraje, maní con chocolate y ¡wash and wear para todos!